Debo reconocer que el mundo de las labores nunca ha formado parte de mis aficiones. No lo era cuando vivía en New Providence y mucho menos lo es ahora, cuando la simple carrera por la supervivencia elimina cualquier posibilidad de ocio no alimenticio.
En el suelo de la cabaña que adopté como propia, encontré varias labores que sin duda llevaban nombre de mujer, eran tareas delicadas hechas por manos avezadas y hambrientas. Piezas tan delicadas que resultaba milagroso que hubieran sobrevivido al paso del tiempo, a la lluvia, al sol y a los hongos bibliófagos que hicieron de mis libros su gran última cena.
Hoy que sentido la necesidad de que mi tesoro textil viera la luz y sintiera el viento, que se convirtiera en una cometa fija, horadada, en una construcción no arácnida digna de una araña.
Desde Cabo Leeuwin,
Anne
Ojalá se convierta en vigilante de tus sueños. Si lo dejas suficiente tiempo, el salitre y las plumas de las aves marinas lo perfeccionarán.
Salud, suerte y felices sueños, Anne.
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Matallana:
Claro que si.
Todas las discusiones son bienvenidas 😉
Anne
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«que sin duda llevaban nombre de mujer» Espero que en tu isla también tengan cabida las discusiones sobre género 😉
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