A veces los cielos se llenan de pájaros que siguen extrañas rutas, caminos que la mayor parte de sus congéneres han olvidado.
Durante muchos años los cielos de Cabo Leeuwin han estado huérfanos de estas formaciones, pero de repente hoy, sus gritos me han obligado a mirar al cielo y descubrir una preciosa «V»
Buen viaje.
Sé tu aversión -perdón, tu recelo- por estas criaturas.
Yo, en cambio, no puedo dejar de maravillarme con ellas, la vida salvaje del planeta a la que más me puedo acercar, junto con la de los insectos.
La sabiduría aerodinámica de esas aves hace que no me importe la tortícolis.
Salud, suerte y vista al cielo, Anne
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