Y cuando parecía que la niebla se había instalado en Cabo Leeuwin como un okupa con malas intenciones, finalmente las plegarias a los dioses han funcionado.
La niebla, después de pintar el mar y las palmeras con su color gris aburrido, se ha ido por donde había venido. Se ha ido con viento fresco.
Ahora el sol se ha hecho el dueño del paisaje, ha dejado claro que aunque empiece el invierno, la luz no volverá a filtrarse a través de la niebla, porque no habrá más niebla. Se acabó.
Mi cara blancucha, mis brazos blancuchos y, el resto de mi anatomía están ahora expuestos al sol para recuperar la vitamina D que, como sería de esperar, brilla por su ausencia en mi torrente sanguíneo.
Au revoir brouillard.
Anne