Más que una barca, este regalo que me ha traído el mar después de la tormenta, parece un colador con ínfulas de grandeza. Y no es que no me parezca una joya, sino que estoy segura que demasiadas horas a la deriva en un mar salvaje, han hecho de ella una nave lastimera.
Quiero pensar que fue fabricada con manos llenas de esperanza, que sirvió a los propósitos de su creador, y que después decidió liberarla para que pudiera cumplir los sueños de otros.
El problema es que mi espíritu no-marinero ve con recelo este artefacto. Me imagino volcando con la primera ola en miniatura, o simplemente dando vueltas sin posibilidad de seguir un rumbo.
Por ello he decidido usarla para el almacenamiento de comida para preparar la llegada del invierno. Si. Es un buena idea. Me gusta.
Anne