Tras varios días en los que el hambre y yo hemos formado una pareja de hecho muy mal avenida, una extraña marea baja ha dejado al descubierto un paraíso comestible.
Si. Esto no es una visión. Esto es una realidad como un templo, como el templo de Bel en Palmira. Y yo, Anne, me siento como si fuera la reina Zenobia a punto de llorar ante la perspectiva de un festín monotemático a base de mejillones.
Gracias Luna por el espectáculo.
Gracias por llenar mi estómago con un manjar vestido de color naranja.
Anne
Al fin acabaron las olas -por ahora-, esas olas de alta mar que me impiden coger las botellas aunque a veces las intuya, aunque sea sólo en la memoria. Vuelvo a descorcharlas y a saborearlas con tragos cortos.
Prueba los mejillones como si fueran ostras, crudos y con un chorrito de limón.
Salud y suerte, Anne
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Rayco:
Exacto, los mejillones hervidos son todo un placer. No hace falta añadirles mucho más.
Así me los he comido 🙂
Saludos,
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Intenta hervirlos Anna :*
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Salud.
Ah, y cuidado con la marea roja.
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