Pasan los días, y la isla que sirve de escenario a mi cautiverio se descubre con sus mil oportunidades.
Todo es magia, quizás todo no, pero la gran mayoría de mis momentos aquí son como porciones de la vida en el jardín del Edén.
Mis retinas están saturadas de naturaleza salvaje. Mi nariz se desvanece cada día fruto de los mil aromas que me acompañan.
Oigo la música del mar en cada paseo por las playas, escucho su furia en los días de tormenta, pero hoy me he dado cuenta de que me faltan acordes que la isla no me está ofreciendo. Tal vez mi oido está dormido y saturado por los quejidos de mi estómago siempre hambriento.
Anoche soñé con un piano varado en la arena junto a las rocas. Un piano de cola solitario vestido con algas.
Sólo necesito partituras y todo el tiempo del mundo para aprender a tocarlo.
Anne… sin música